En los tiempos que corren, existe una realidad preocupante: los chicos toman poca agua y en su lugar la reemplazan por bebidas azucaradas, que contribuyen a la pandemia de obesidad y diabetes y las enfermedades crónicas asociadas a esos cuadros. Con el objetivo de mejorar el perfil de ingesta de líquidos de los más chicos, el Centro de Estudios para la Nutrición Infantil (CESNI) lanzó unos meses atrás un libro con recomendaciones realizadas por expertos.
El libro Hidratación saludable en la infancia puede descargarse en forma gratuita desde Internet. Es fruto de las conclusiones de un taller que reunió a importantes referentes de salud pediátrica del país, entre los que se cuentan Esteban Carmuega, director del CESNI; Hernán Rowensztein, jefe de clínica pediátrica del Hospital Garrahan; Rosana Labanca, nutricionista y miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA) y Romina Sayar, vicepresidente de la Asociación Argentina de Nutricionistas y Nutricionistas Dietistas (AADYND), entre otros
La fisiología y balance de agua, los hábitos de consumo, las iniciativas y políticas públicas relacionadas con la promoción de hábitos saludables, la seguridad de los edulcorantes, el eventual papel del sodio en el agua, así como las modificaciones fisiológicas a lo largo del ciclo vital y nuevas evidencias sobre el impacto de la sub-hidratación, son algunos de los temas que aborda el libro publicado recientemente. Sobre esa base, desde el CESNI elaboraron un decálogo de recomendaciones para una hidratación saludable desde la niñez:
- Comenzar el día con un vaso de agua: agregar un vaso de agua al desayuno es una buena práctica para comenzar el día bien hidratado.
- No esperar a que el chico tenga sed: en la escuela y en casa debemos asegurarnos de que beba suficiente agua a lo largo del día.
- Poner siempre una jarra de agua en la mesa: enseñar a los chicos a preferir el agua, sobre todo al comer.
- Como adulto, dar el ejemplo: no se olvide de la importancia de la imitación.
- Prevenir la deshidratación en el deporte: beber agua antes, durante y después de hacer deportes es importante para tener un buen rendimiento.
- Facilitar el acceso al agua en la escuela: un libre acceso al agua puede tener efectos positivos en el rendimiento cognitivo de los niños y su estado de vitalidad.
- Mantener una fuente de agua cerca cuando están activos:(plazas, juegos, cumpleaños), en épocas de calor o cuando se encuentran en ambientes climatizados, recordar que la calefacción y el aire acondicionado aumentan las perdidas insensibles de agua corporal.
- Prevenir las caries: tomar agua ayuda a prevenir las caries porque esta bebida no ataca la estructura del esmalte dental.
- Recordar que siempre el agua es la mejor opción: se recomienda limitar el consumo de bebidas azucaradas y no endulzar en exceso las infusiones.
- Mirar el color de la orina: es un test simple de realizar; si el color es claro y transparente el niño está bien hidratado.
El estudio HidratAR realizado en 2010 por el CESNI reveló que 6 de cada 10 chicos “tiene a lo largo de la semana un patrón de ingesta de bebidas e infusiones con azúcar exclusivamente”, señaló la licenciada María Elisa Zapata. Las bebidas azucaradas inciden en sobrepeso y la obesidad y siembran el campo para enfermedades como la diabetes tipo 2 que empieza a aparecer a edades más tempranas. También son grandes responsables de las caries, ya que el azúcar propicia la aparición de bacterias cariogénicas.
No se trata de prohibir, dice Zapata, si no de promover “reemplazos más saludables” reservando las gaseosas y el consumo de otras bebidas con azúcar para ocasiones especiales. “El papel de los padres para ofrecer y hacer disponible el agua es clave, así como también es fundamental la accesibilidad en el ámbito educativo y en los espacios públicos”, apunta Labanca.
Una deshidratación leve cercana al 2% -que en un nene de 8 años puede representar un balance negativo de medio litro de agua- incide en el rendimiento cognitivo produciendo disminución de la atención y afecta la memoria inmediata y el estado de ánimo del chico. Por eso Rowensztein insiste en que es imperativo que durante la jornada escolar el niño acceda a fuentes de agua. Y concluyó: “Los niños no son adultos pequeños, por lo tanto sus condiciones particulares hacen que tengamos que ajustar los requerimientos hídricos. Los niños, hasta alcanzar cierta edad, dependen de los adultos para satisfacer su sed, y una interpretación correcta de sus necesidades es fundamental para mantener una adecuada hidratación. Por otro lado, en situaciones especiales como exceso de calor, enfermedades (diarreas, fiebre) e inclusive en la práctica deportiva, se deben ajustar sus necesidad de líquidos, recordando que los niños son más propensos a deshidratarse que los adultos”.